A) EL FENÓMENO MORAL:
En general se
designa a la ética como la ciencia que se ocupa de las acciones
morales. Esta universal opinión se funda
en la idea de que se puede determinar, al menos por aproximación,
en qué consiste la moralidad de un acto; esto, a su vez,
se apoya en el presupuesto más hondo de
que ya se conoce lo que propiamente constituye lo ético. En esto último no se
suele insistir por que se supone que es ago conocido por todos.
Para evitar
ideas preconcebidas en el momento de ponernos a dar una definición del concepto
de ética, lo más sensato será describir, en primer término, el fenómeno de lo moral, al objeto de establecer claramente hasta qué punto y en qué
sentido es posible una ciencia de lo ético. Una vez que hayamos conocido la
estructura esencial de lo ético podremos abordar la cuestión de si existe una
ciencia del comportamiento moral en forma de un catálogo de normas.
Dentro de nuestra conciencia experimentamos que
todas las acciones van acompañadas
de una sensación de responsabilidad
sobre cada una de las cosas que hacemos.
Lo mismo antes que después de la acción vemos que estamos en ella comprometidos
como personas. De alguna forma nos sentimos
responsables, obligados. Es cierto que no siempre distinguimos claramente
si esa obligación es respecto del contenido mismo de la acción o está referida
a otro ser distinto; en todo caso, lo cierto es que nos sentimos responsables
de aquello que elegimos y hacemos
libremente. Quiere esto decir que dentro de nosotros hay algo más que la
mera apreciación de un valor. Es una percepción de valores, pero acompañada de
un carácter de imperativo en el se expresa que debemos hacer el bien y evitar
el mal. Cuando estamos convencidos de haber obrado el bien, nos sentimos satisfechos
de nuestra acción. Pero si nuestra conciencia nos dice que hemos hecho mal, nos vemos a nosotros mismos como malos y despreciables.
A pesar de todo
lo libres que somos en la elección, sentimos también que, al elegir, no lo somos, en alguna forma, en aquello que fue
objeto de la elección. Somos
psicológicamente libres, ya que en
lugar del bien podríamos haber elegido el mal; con todo, nos damos cuenta
de que en aquella libre elección estábamos bajo la singular presión de una
exigencia que partía del bien. ¿Por qué es el bien, y no el mal, el que nos hace sentir esa
exigencia? No es posible concebir que el bien, al hacerse objeto de nuestra
voluntad, se presente a ella como un postulado que tiene su legitimación en el propio
carácter de bien, pues no se entiende por qué una cosa que es completamente
externa y distinta de nuestro yo ha de servir de información intrínseca de
nuestra libertad. Es preciso que de alguna forma haya en nosotros un órgano que, desde las mismas raíces
de su naturaleza, produzca en nuestro interior
aquel imperativo. Este tendrá, como es natural, un objeto; y ese objeto es
precisamente el bien. Pero para que
tal objeto pueda actuar de imperativo tiene que ser asumido por el sujeto y transformado en sentimientos de valoración.
Lo peculiar en
este caso es que esa sensación o conciencia de responsabilidad respecto del
bien nos persigue insistentemente, haciendo valer sus exigencias, sin otra
justificación que ella misma y sin que muestra señales de depender, por
deducción, de ningún otro principio. Se
manifiesta en nosotros con carácter
absoluto, como un a priori. Pretender explicar esta conciencia de
responsabilidad frente al bien, entendiéndola como una especie de dispositivo
montado en la conciencia para servir a unos fines, sería desconocer su
verdadera naturaleza de imperativo absoluto. Nosotros sabemos que no hacemos el
bien por razones de utilidad, sino porque da lugar en nuestro interior a una
responsabilidad de la que no nos podemos librar.
La conciencia de responsabilidad no puede
identificarse con nuestra libertad,
pues al fundirse con ésta quedaría suprimida la obligatoriedad.
La libertad, por
su mismo concepto, no impone obligaciones, sino que más bien está obligada.
Esto quiere decir que la conciencia de responsabilidad está por encima de la
libertad como una dirección a seguir.
Concluyamos, por tanto: la conciencia de responsabilidad, que hemos descrito como el fenómeno
ético primario, es un algo psíquico, un imperativo espontáneo de nuestra razón
práctica, dirigido a nuestra libertad, a la que le manda hacer el bien y evitar
el mal. Este imperativo nos aparece como absoluto, de forma que no podemos
escapar de él ni se explica apoyándose en consideraciones impuestas en virtud
de unos fines.
B) LOS DIFERENTES MÉTODOS PARA LA INVESTIGACIÓN DEL
FENÓMENO MORAL:
¿Cuál es el método verdaderamente apropiado para estudiar el fenómeno moral? ¿Podemos explicarlo fundándonos en la mera experiencia exterior o tendremos que recurrir, sobre todo, a
la experiencia interna? En este
sentido si la ética sacara su objeto exclusivamente de la experiencia exterior
sería comparable, por ejemplo, a la psicología
experimental (psicología individual y social), a la etnología y a la prehistoria.
Sería comparable
a la psicología experimental porque
iría tras las huellas del problema intentando hallar soluciones por un
procedimiento externo, sin tomar una actitud valorativa. Su labor consistía en
preguntarse: ¿cómo han surgido en este o
en ese otro sujeto la conciencia de responsabilidad, la sensación de
culpabilidad y los juicios de valor? ¿Acaso provienen de la relación
madre-hijo, de la instrucción recibida del padre, es decir, como consecuencia
de un proceso pedagógico, de una experiencia suministrada por su mundo
ambiente?
Adoptaría las
formas de la etnología y de la misma
prehistoria al plantearse la
cuestión de si la conciencia de responsabilidad es un fenómeno que se aprecia por igual en todos los pueblos y en
todos los tiempos.
Si la ética se atuviera exclusivamente a este método
de las ciencias experimentales, cosa que viene
haciéndose de hecho por muchos autores, sus
resultados serían también puramente
de significado experimental. Sería únicamente una ciencia descriptiva del
nacimiento y evolución del sentido de la responsabilidad, de la conciencia del
bien y del mal; daría, de esa forma, una explicación descriptiva de la
conciencia de culpabilidad y de la apreciación de los valores en general. Por
ese camino llegaría a demostrar que el hombre se ha desarrollado hasta alcanzar
un estado concreto que le hace obrar por conciencia de responsabilidad; y
quizás, inclusive, lograría hacer extensiva esa demostración al comportamiento
de todos los hombres en todos los tiempos. El imperativo moral no sería otra cosa
que el resultado de una larga evolución bajo unas determinadas circunstancias.
Pero con esto no quedaría aclarado el carácter absoluto de la exigencia que va
encerrada en la conciencia de responsabilidad; como tampoco se explicaría su
obligatoriedad ni su universal validez. Con esto no habríamos llegado al núcleo
esencial del fenómeno de lo ético, tal como fue expuesto al principio de
nuestro estudio.
No puede negarse
que, por medio de la experiencia externa, podemos explicarnos algunos aspectos,
o quizá muchos, del fenómeno moral. Puede decirse que todos los llamados juicios de valor se han configurado en
su concreta significación al contacto con el ambiente. Pero el problema está en saber si el procedimiento
psicológica-social conduce a ver la substancia de la conciencia de
responsabilidad. El hecho de que estemos constantemente comparando entre sí y
sopesando críticamente la validez de juicios de valor procedentes de culturas
diferentes y que incluso hagamos todo eso por una inclinación poderosa de nuestra
misma naturaleza, demuestra que no estamos dispuestos a aceptar sin más, con
carga a nuestra conciencia de responsabilidad y a nuestra estimación
valorativa, los juicios de valor que nos llegan de otras latitudes.
Como podemos
ver, si la experiencia externa no basta para explicar satisfactoriamente lo
moral en cuanto fenómeno, la ética tiene que tener en cuenta los datos de la experiencia interna. En este cometido se debe analizar, en primer término, la
vivencia individual interna del proceso que siguen las acciones humanas. En
este punto se comprueba que nosotros tomamos nuestras decisiones morales en
dependencia de una norma que nos dicta nuestra conciencia de responsabilidad; y
que dentro de nosotros se hace presente u sentimiento de satisfacción o de
culpa, según hayamos obrado o no de acuerdo con aquella norma.
Pero este
análisis estrictamente personal de la conciencia da únicamente como resultado el conocimiento de aquello
que el individuo singular acepta y reconoce como norma obligatoria para sí propio. Todavía no nos dice nada sobre la
cuestión de si esa norma es relevante para las decisiones de conciencia en los
demás; es decir, no nos aclara si llevamos dentro de nosotros una norma que
exija el reconocimiento universal de su
validez.
El moralista tiene, por
consiguiente, que llevar más adelante este análisis inicial de la vivencia
interior, investigando si esa conciencia
de responsabilidad que en nosotros suscita la norma es sentida de manera tan inmediata y primaria como propia de nuestra calidad
de personas, tan necesariamente religada a nuestra naturaleza de seres humanos
que nos suministre el conocimiento de que determinadas normas son válidas por
igual para todos los hombres, si es que éstos han de ser tenidos por verdaderos hombres, es decir, como seres
que obran de acuerdo con su especie humana dentro de la sociedad.
C) LOS PROBLEMAS DE LA ÉTICA:
La
existencia de las normas morales
siempre ha afectado a la persona humana,
ya que desde pequeños captamos por diversos medios la existencia de dichas normas, y de hecho, siempre somos
afectados por ellas en forma de consejo,
de orden o en otros casos como una obligación
o prohibición, pero siempre con el fin de tratar de orientar e incluso
determinar la condición humana.
Ya que
las normas morales existen en la conciencia
de cada uno, esto provoca que existan diferentes puntos de vista y por ende
problemas en el momento de considerar las diferentes respuestas existenciales
que ejercen las personas frente a ellas. Estos problemas se mencionan a
continuación.
- El Problema de la
Diversidad de Sistemas Morales: Este se da
debido al pluralismo que existe
en las tendencias frente a un mismo acto, esto es que, para
cuando algunas personas un acto es lo correcto, para otros es inmoral, por
ejemplo el divorcio , aborto, la eutanasia, etc. O sea la pregunta que
normalmente se hace una persona que rige su conducta en base a las normas
morales es ¿cuál es el criterio
para escoger una norma o la contraria?
- El Problema de la libertad
Humana: La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo está de cierta forma condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa
bajo una presión social, cultural o
laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite conservar
una conciencia, misma que permite a una persona actuar en base a un
criterio propio. El problema está
en la incompatibilidad de la libertad humana y las normas morales, o sea
en el ser y el deber ser.
- El Problema de los
Valores: De este problema surgen numerosos
cuestionamientos pero el problema radica principalmente en la objetividad y subjetividad de los
valores, o sea, que existen
cuestionamientos sobre si ¿los valores son objetivos?, ¿los valores existen fuera de la mente
de tal manera que todo hombre deba acatar los valores ya definidos?, o si
los valores son subjetivos porque ¿dependen de la mentalidad de cada
sujeto? También existe otro aspecto, su conocimiento, ¿cómo podemos
conocer los valores? y en sí ¿cuál es su esencia?
- El Problema del
Fin y los Medios: Muchos sostienen la
importancia del fin de tal modo que cualquier medio es bueno si se ejecuta
para obtener un fin bueno, esto se conoce como la tesis maquiavélica
"El fin justifica los medios",
pero con esto lo único que ocurre es que se sobre valoran las "buenas intenciones " de un acto, que
es parte del interior del ser y se descuida el aspecto externo del acto (intenciones y
finalidades). Con esto quiero decir que "El fin jamás va a justificar
los medios".
- El Problema de la
Obligación Moral: Esto está íntimamente
ligado con el tema de los valores ya que normalmente se dice que lo que se
hace por obligación, pierde todo mérito, en cambio, cuando se realiza por propio convencimiento, adquiere
valor moral. Con esto se da a
entender que la obligación moral le quita al hombre la única posibilidad
de ser el mismo, de cuerdo con su propia
moralidad y con su propio
criterio. Pero hay que aclarar también que una cosa es la obligación
entendida como corrección externa y
otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen los valores en la conciencia de una persona.
- La Diferencia
entre Ética y Moral: Este es un problema
que yo creo que a la mayoría de las personas nos ha ocurrido y nos hemos preguntado
¿qué no es lo mismo? Pues no, por definición de raíces significan lo mismo (costumbre), pero en la actualidad
se han ido diversificando y lo que hoy conocemos como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la
Moral las normas que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad.
que es un concepto moral? explicar
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