sábado, 22 de diciembre de 2012



A) EL FENÓMENO MORAL:      

En general se designa a la ética como la ciencia que se ocupa de las acciones morales. Esta  universal opinión se funda en la idea de que se puede determinar, al menos por aproximación, en qué consiste la moralidad de un acto; esto, a su vez, se apoya  en el presupuesto más hondo de que ya se conoce lo que propiamente constituye lo ético. En esto último no se suele insistir por que se supone que es ago conocido por todos.

Para evitar ideas preconcebidas en el momento de ponernos a dar una definición del concepto de ética, lo más sensato será describir, en primer término, el fenómeno de lo moral, al objeto de establecer claramente hasta qué punto y en qué sentido es posible una ciencia de lo ético. Una vez que hayamos conocido la estructura esencial de lo ético podremos abordar la cuestión de si existe una ciencia del comportamiento moral en forma de un catálogo de normas.

Dentro de nuestra conciencia experimentamos que todas las acciones van acompañadas de una sensación de responsabilidad sobre cada una de las cosas que hacemos. Lo mismo antes que después de la acción vemos que estamos en ella comprometidos como personas. De alguna forma nos sentimos responsables, obligados. Es cierto que no siempre distinguimos claramente si esa obligación es respecto del contenido mismo de la acción o está referida a otro ser distinto; en todo caso, lo cierto es que nos sentimos responsables de aquello que elegimos y hacemos libremente. Quiere esto decir que dentro de nosotros hay algo más que la mera apreciación de un valor. Es una percepción de valores, pero acompañada de un carácter de imperativo en el se expresa que debemos hacer el bien y evitar el mal. Cuando estamos convencidos de haber obrado el bien, nos sentimos satisfechos de nuestra acción. Pero si nuestra conciencia nos dice que hemos hecho mal, nos vemos a nosotros mismos como malos y despreciables.

A pesar de todo lo libres que somos en la elección, sentimos también que, al elegir, no  lo somos, en alguna forma, en aquello que fue objeto de la elección. Somos psicológicamente libres, ya que en lugar del bien podríamos haber elegido el mal; con todo, nos damos cuenta de que en aquella libre elección estábamos bajo la singular presión de una exigencia que partía del bien. ¿Por qué es el bien, y  no el mal, el que nos hace sentir esa exigencia? No es posible concebir que el bien, al hacerse objeto de nuestra voluntad, se presente a ella como un postulado que tiene su legitimación en el propio carácter de bien, pues no se entiende por qué una cosa que es completamente externa y distinta de nuestro yo ha de servir de información intrínseca de nuestra libertad. Es preciso que de alguna forma haya en nosotros un órgano que, desde las mismas raíces de su naturaleza, produzca en nuestro interior aquel imperativo. Este tendrá, como es natural, un objeto; y ese objeto es precisamente el bien. Pero para que tal objeto pueda actuar de imperativo tiene que ser asumido por el sujeto y transformado en sentimientos de valoración.

Lo peculiar en este caso es que esa sensación o conciencia de responsabilidad respecto del bien nos persigue insistentemente, haciendo valer sus exigencias, sin otra justificación que ella misma y sin que muestra señales de depender, por deducción, de ningún otro principio. Se manifiesta en nosotros con carácter absoluto, como un a priori. Pretender explicar esta conciencia de responsabilidad frente al bien, entendiéndola como una especie de dispositivo montado en la conciencia para servir a unos fines, sería desconocer su verdadera naturaleza de imperativo absoluto. Nosotros sabemos que no hacemos el bien por razones de utilidad, sino porque da lugar en nuestro interior a una responsabilidad de la que no nos podemos librar.

La conciencia de responsabilidad no puede identificarse con nuestra libertad, pues al fundirse con ésta quedaría suprimida la obligatoriedad.

La libertad, por su mismo concepto, no impone obligaciones, sino que más bien está obligada. Esto quiere decir que la conciencia de responsabilidad está por encima de la libertad como una dirección a seguir.

Concluyamos, por tanto: la conciencia de responsabilidad, que hemos descrito como el fenómeno ético primario, es un algo psíquico, un imperativo espontáneo de nuestra razón práctica, dirigido a nuestra libertad, a la que le manda hacer el bien y evitar el mal. Este imperativo nos aparece como absoluto, de forma que no podemos escapar de él ni se explica apoyándose en consideraciones impuestas en virtud de unos fines.


B) LOS DIFERENTES MÉTODOS PARA LA INVESTIGACIÓN DEL FENÓMENO MORAL:


¿Cuál es el método verdaderamente apropiado para estudiar el fenómeno moral? ¿Podemos explicarlo fundándonos en la mera experiencia exterior o tendremos que recurrir, sobre todo, a la experiencia interna? En este sentido si la ética sacara su objeto exclusivamente de la experiencia exterior sería comparable, por ejemplo, a la psicología experimental (psicología individual y social), a la etnología y a la prehistoria.

Sería comparable a la psicología experimental porque iría tras las huellas del problema intentando hallar soluciones por un procedimiento externo, sin tomar una actitud valorativa. Su labor consistía en preguntarse: ¿cómo han surgido en este o en ese otro sujeto la conciencia de responsabilidad, la sensación de culpabilidad y los juicios de valor? ¿Acaso provienen de la relación madre-hijo, de la instrucción recibida del padre, es decir, como consecuencia de un proceso pedagógico, de una experiencia suministrada por su mundo ambiente?

Adoptaría las formas de la etnología y de la misma prehistoria al plantearse la cuestión de si la conciencia de responsabilidad es un fenómeno que se aprecia por igual en todos los pueblos y en todos los tiempos.

Si la ética se atuviera exclusivamente a este método de las ciencias experimentales, cosa que viene haciéndose de hecho por muchos autores, sus resultados serían también puramente de significado experimental. Sería únicamente una ciencia descriptiva del nacimiento y evolución del sentido de la responsabilidad, de la conciencia del bien y del mal; daría, de esa forma, una explicación descriptiva de la conciencia de culpabilidad y de la apreciación de los valores en general. Por ese camino llegaría a demostrar que el hombre se ha desarrollado hasta alcanzar un estado concreto que le hace obrar por conciencia de responsabilidad; y quizás, inclusive, lograría hacer extensiva esa demostración al comportamiento de todos los hombres en todos los tiempos. El imperativo moral no sería otra cosa que el resultado de una larga evolución bajo unas determinadas circunstancias. Pero con esto no quedaría aclarado el carácter absoluto de la exigencia que va encerrada en la conciencia de responsabilidad; como tampoco se explicaría su obligatoriedad ni su universal validez. Con esto no habríamos llegado al núcleo esencial del fenómeno de lo ético, tal como fue expuesto al principio de nuestro estudio.

No puede negarse que, por medio de la experiencia externa, podemos explicarnos algunos aspectos, o quizá muchos, del fenómeno moral. Puede decirse que todos los llamados juicios de valor se han configurado en su concreta significación al contacto con el ambiente. Pero el problema está en saber si el procedimiento psicológica-social conduce a ver la substancia de la conciencia de responsabilidad. El hecho de que estemos constantemente comparando entre sí y sopesando críticamente la validez de juicios de valor procedentes de culturas diferentes y que incluso hagamos todo eso por una inclinación poderosa de nuestra misma naturaleza, demuestra que no estamos dispuestos a aceptar sin más, con carga a nuestra conciencia de responsabilidad y a nuestra estimación valorativa, los juicios de valor que nos llegan de otras latitudes.

Como podemos ver, si la experiencia externa no basta para explicar satisfactoriamente lo moral en cuanto fenómeno, la ética tiene que tener en cuenta los datos de la experiencia interna. En este cometido se debe analizar, en primer término, la vivencia individual interna del proceso que siguen las acciones humanas. En este punto se comprueba que nosotros tomamos nuestras decisiones morales en dependencia de una norma que nos dicta nuestra conciencia de responsabilidad; y que dentro de nosotros se hace presente u sentimiento de satisfacción o de culpa, según hayamos obrado o no de acuerdo con aquella norma.

Pero este análisis estrictamente personal de la conciencia da únicamente como resultado el conocimiento de aquello que el individuo singular acepta y reconoce como norma obligatoria para sí propio. Todavía no nos dice nada sobre la cuestión de si esa norma es relevante para las decisiones de conciencia en los demás; es decir, no nos aclara si llevamos dentro de nosotros una norma que exija el reconocimiento universal de su validez.

El moralista tiene, por consiguiente, que llevar más adelante este análisis inicial de la vivencia interior, investigando si esa conciencia de responsabilidad que en nosotros suscita la norma es sentida de manera tan inmediata y primaria como propia de nuestra calidad de personas, tan necesariamente religada a nuestra naturaleza de seres humanos que nos suministre el conocimiento de que determinadas normas son válidas por igual para todos los hombres, si es que éstos han de ser tenidos por verdaderos hombres, es decir, como seres que obran de acuerdo con su especie humana dentro de la sociedad. 


C) LOS PROBLEMAS DE LA ÉTICA:

La existencia de las normas morales siempre ha afectado a la persona humana, ya que desde pequeños captamos por diversos medios la existencia de dichas normas, y de hecho, siempre somos afectados por ellas en forma de consejo, de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero siempre con el fin de tratar de orientar e incluso determinar la condición humana.
Ya que las normas morales existen en la conciencia de cada uno, esto provoca que existan diferentes puntos de vista y por ende problemas en el momento de considerar las diferentes respuestas existenciales que ejercen las personas frente a ellas. Estos problemas se mencionan a continuación.
  1. El Problema de la Diversidad de Sistemas Morales: Este se da debido al pluralismo que existe en las tendencias frente a un mismo acto, esto es que, para cuando algunas personas un acto es lo correcto, para otros es inmoral, por ejemplo el divorcio , aborto, la eutanasia, etc. O sea la pregunta que normalmente se hace una persona que rige su conducta en base a las normas morales es ¿cuál es el criterio para escoger una norma o la contraria?

  1. El Problema de la libertad Humana: La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo está de cierta forma condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión social, cultural o laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite conservar una conciencia, misma que permite a una persona actuar en base a un criterio propio. El problema está en la incompatibilidad de la libertad humana y las normas morales, o sea en el ser y el deber ser.

  1. El Problema de los Valores: De este problema surgen numerosos cuestionamientos pero el problema radica principalmente en la objetividad y subjetividad de los valores, o sea, que existen cuestionamientos sobre si ¿los valores son objetivos?, ¿los valores existen fuera de la mente de tal manera que todo hombre deba acatar los valores ya definidos?, o si los valores son subjetivos porque ¿dependen de la mentalidad de cada sujeto? También existe otro aspecto, su conocimiento, ¿cómo podemos conocer los valores? y en sí ¿cuál es su esencia?

  1. El Problema del Fin y los Medios: Muchos sostienen la importancia del fin de tal modo que cualquier medio es bueno si se ejecuta para obtener un fin bueno, esto se conoce como la tesis maquiavélica "El fin justifica los medios", pero con esto lo único que ocurre es que se sobre valoran las "buenas intenciones " de un acto, que es parte del interior del ser y se descuida el aspecto externo del acto (intenciones y finalidades). Con esto quiero decir que "El fin jamás va a justificar los medios".

  1. El Problema de la Obligación Moral: Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores ya que normalmente se dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito, en cambio, cuando se realiza por propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a entender que la obligación moral le quita al hombre la única posibilidad de ser el mismo, de cuerdo con su propia moralidad y con su propio criterio. Pero hay que aclarar también que una cosa es la obligación entendida como corrección externa y otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen los valores en la conciencia de una persona.

  1. La Diferencia entre Ética y Moral: Este es un problema que yo creo que a la mayoría de las personas nos ha ocurrido y nos hemos preguntado ¿qué no es lo mismo? Pues no, por definición de raíces significan lo mismo (costumbre), pero en la actualidad se han ido diversificando y lo que hoy conocemos como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la Moral las normas que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad. 




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